Fue un día de semana que ya no recuerdo, cuando buscando en internet la historia de los títeres en el Perú, encontré publicado en la web de KUSI KUSI (Uno de los grupos de títiriteros más representativos de nuestro país) Un artículo que me pareció muy serio e interesante. Tratando de encontrar más información referente al mismo, decidí partir hacia los únicos lugares en donde pude encontrar anteriormente otros materiales de este tipo (La feria del libro “Puente Balta”, el jirón Quilca, y la Av. Nicolás de Piérola, desde Abancay hasta la plaza San Martín).
Es así que, buscando y buscando encontré un libro titulado EL MAESTRO Y LOS TÍTERES del autor peruano Aquiles Hinostroza Ayala. En el cual se hacia referencia al mismo tema y los mismos protagonistas de la historia de los títeres en el Perú.
Luego de esto, decidí partir en busca del Maestro Gaston Aramayo, quien me enseño a confeccionar los títeres de papel maché y pedirle la autorización para publicar su articulo, especificando la fuente, el autor y la dirección web, recibiendo una respuesta afirmativa de su parte, es así que dicho artículo es el siguiente:
Historia de los títeres en Perú (Fuente: KUSI KUSI teatro de títeres).
El presente acercamiento al teatro de títeres en nuestro país, quiere ser el inicio de un trabajo que paulatinamente se irá enriqueciendo con la indagación por nuestra parte y con la colaboración de otros existentes que daremos a conocer, más los nuevos aportes que serán bienvenidos de quién esté interesado por el arte del teatro de títeres.
Los títeres en el Perú, se afirma, tuvieron su origen desde antes de la época de los INCAS En historias muy completas se menciona en América a México y Perú, como los representantes más antiguos de éste arte.
Según la afirmación popular, antes de los Incas, los ANARAKOS pobladores muy antiguos que vivían dispersos por los campos, sin construir ciudades “solo se reunían para celebrar sus fiestas y llevaban entonces sus muñecos para hacerles bailar y alegrarse.". Sin embargo, no existen pruebas concretas y absolutas de esta afirmación y ni antropólogos ni historiadores se pronuncian al respecto. Pero si consideramos que el títere es una máscara animada por un hombre, el Perú ha tenido expresiones en el "orden mágico-religioso" en cada cultura anterior a la de los Incas. También se podría considerar, como antecesores de los títeres a los poco conocidos CUCHIMILCOS pequeñas figurillas en barro que se encuentran, aún hoy, como restos de la Cultura CHANCAY en las tumbas de los niños.
También a perfectas muñecas, realizadas en fibras y lanas, coloreadas. De esta misma época datan bellos muñecos gigantes que sin tener una aplicación propiamente titiritesca, fueron elementos importantes en los ritos mágico-religiosos. Como restos de aquellos muñecos podemos encontrar hoy en los campos de la sierra a los MANSHACHES, espantajos, plantados en garrochas entre los sembríos.
En el Perú, como en el resto de América, la llegada de los Españoles abre una nueva etapa de esta actividad. En la Colonia, durante el siglo XVII, se hizo célebre doña Leonor de Gondomar a quién el Virrey de la Monclova autorizó sus espectáculos. En 1530 se daban en Lima espectáculos en los Claustros de San Francisco y ya en el siglo XVIII, los títeres constituían un espectáculo netamente popular, con carácter de crítica de costumbres, situación política, etc.
Muestras importantes de estas épocas las podemos encontrar en el Cuzco y Lima. En Cuzco sede del Imperio Incaico, el último heredero de la vieja tradición popular José Gabriel Velazco, portero de la Universidad, San Antonio Abad, desde 1939 hasta hace algunos años ofrecía espectáculos de títeres en las fiestas religiosas de La Santa Cruz, de La Virgen María, de la Natividad en una amalgama de lo autóctono y español, para "alegrar la fiesta". Pequeños títeres a hilos, hechos rústicamente de yeso, pero manejados con habilidad y gracia repetían innumerables danzas indígenas: bailaban los CHUKCHOS, pandillas de afectados por el paludismo de las tierras calientes, bailaban temblando, imitando las convulsiones de la enfermedad. Los médicos danzando para calmarlos les pegaban con almohadas y les clavaban jeringas; bailaban los MAJEÑOS, arrieros que traían el vino de Majes, borrachos y con una botella en la mano. Otra comparsa de muñecos representaba la Adoración al Sol, inspirándose sin duda en la fiesta del INTI RAYMI que hasta hoy se celebra en Cuzco.
Los únicos muñecos habladores eran los SHIKILAS, abogados, jueces, empingorotados, narigones con altos sombreros de copa y levita. Dos abogados y dos lugartenientes, son los personajes. Uno de ellos, lleva un libro en el que aparentemente están las leyes absurdas del país. En un momento de la danza, los abogados acusan a alguno de los espectadores de haber cometido un crimen, generalmente algo ridículo y simplón, entonces se entabla la disputa, la defensa a la sentencia del culpable entre el público y los títeres.
Hoy en día, sólo queda como rezago de esta tradición la celebración de la fiesta CRUZ-VELAKUY, donde asisten, no únicamente los bailarines humanos, sino los títeres, ya sin mucho ingenio ni creatividad.
En Lima los títeres tuvieron una significación de crítica de costumbres y retrato de personajes, a, veces muy exactos, que aprovechaban toda ocasión para hacer sátiras y burlas.
En el siglo XIX destacó un personaje casi genial, Manuel Valdivieso, conocido como Ño Valdivieso. Un joven inteligente, aunque ignorante, mulato alto y delgado, gracioso por naturaleza, talabartero de oficio qué hizo la delicia de muchas generaciones de niños.
Creó tipos nacionales y farsas originales de verdadero mérito. Con gran amor y paciencia se propuso obtener una técnica adecuada, haciendo él mismo sus muñecos y encontrando manera de animarlos con cañas e hilos. Creó así personajes, como Don Silverio, Mamá Gerundia, Orejoncito, Chocolatito, copia de los vecinos del barrio. Llegó así a tener más de trescientos personajes, con todos los vecinos del barrio. Con ellos hizo sus farsas perfectas que empezaron por divertir en los corralones y casas de la vecindad, luego en funciones públicas en el entonces muy conocido salón CAPELLA, muy vistas, tanto por niños como por adultos, para gozar de los personajes y de las ocurrencias.
Don Silverio de gran tarro y pantalones claros, de larga levita y voz aguardentosa, eterno descontento, buen bebedor y salvador de la patria con palabras. Estaba también Mamá Gerundia, gorda y ostentosa, chismosa y amante de las ropas perfumadas, regañona y en perpetuo pleito con Don Silverio. Estaba Porotito, zambito mezcla de pícaro, engreído y afeminado. Chocolatito, gracioso y ocurrente, etc. No contento Ño Valdivieso con sus farsas llenas de críticas sociales y más diestro en la técnica de los títeres, hizo ciertas obras de gran espectáculo, como EL COMBATE DEL 2 DE MAYO que llenaba de admiración pese a las deficiencias, teniendo en cuenta la pobreza y la falta de instrucción de Ño Valdivieso no podían ser mejores. También estaba la corrida de toros en la que el perdedor cómico era el torero; y el circo con su infaltable maromero que encantaba con sus saltos y que llevaba al colmo de la admiración cuando se quedaba sin cabeza, y comenzaba a jugar con ella en sus pies.
La fama de Ño Valdivieso se extendió a los barrios elegantes de Lima que comenzaron a solicitar sus servicios, pero con expresa condición de que moderase su lenguaje y dejara de hacer barbaridades; concurría entonces Valdivieso a las fiestas de cumpleaños y su comportamiento no siempre era muy recatado. Nunca pudo ocultar lo que en verdad era su gracia y criollismo. Encontrando formas para expresarlos con públicos diferentes. Solía añadir, a veces, el sarcasmo a la burla y poner en aprietos al que divertía.
En cierta ocasión en que fuera invitado a la limeña Quinta de Villacampa le indicaron que no hiciera sus acostumbradas barbaridades. Ño Valdivieso protestó porque se lo considerara incapaz de saber sus deberes. Pero inmediatamente, cuando Don Silverio hizo su aparición, bebido y renegón en un ademán claro y evidente, después de una ligera voltereta, orinó al público. Como se le reprendiera, volvió a protestar porque se le consideraba capaz de actos inconvenientes alegando que queriendo ser fino, entre finos, el líquido lanzado, no era agua pura, como en casos anteriores, sino legítima y pura agua de Kananga.
En otra ocasión, como se le rogara no ofendiera los inocentes oídos de los niños de sociedad, apareció Don Silverio e hizo más borracho que nunca, la enumeración de una serie de gruesas palabras que no pronunciaría por respeto a las damas y niños.
El fin de Ño Valdivieso es triste e injusto, si se comprende el inmenso amor que tuvo por su arte y la alegría que llevó a los niños. En momentos de la cumbre de su gloria, llegó a Lima el célebre Italiano Del Agua con su maravillosa compañía de muñecos suntuosos, maquinarias y luces perfectas, decorados grandiosos, con técnicas provocadoras de incendio y terremotos. Ño Valdivieso, sensible y sincero, sintió que una espina clavaba su corazón, comprendió que su público le exigiría lo que él, no podía darle, entristecido y desorientado se fue apagando, hasta caer, con su muerte en el olvido injusto y aniquilador.
El poeta José Gálvez dice de él -recordando sus años infantiles en que quedó para siempre maravillado por los títeres de Valdivieso-: “Era (...) un bohemio original, una enorme alma de artista incompleta por la ignorancia, pero grandemente intuitiva, un espíritu sano, un corazón gozoso y generoso que supo repartir como un sembrador, alegría entre los niños... y quién supo ser amable con los pequeños, bien merece que los ya mayores que no olvidan la infancia y como consuelo de amarguras, se complazcan en revivirla, de vez en vez, siempre que puedan, le tributen un homenaje simple y puro, con la pureza y simplicidad con que lo hiciera en los primeros años ".
A partir de la desaparición de Ño Valdivieso los títeres fueron decayendo y sus imitadores no alcanzaron a sobrevivir, sino cortos períodos.
Posteriormente los títeres hicieron su aparición fugaz en círculos literarios. Su más conocido representante Don Amadeo de La Torre, escultor y poeta que dedicó parte de su vida a hacer espectáculos con el apoyo "moral" de la Dirección Artística y Cultural del Ministerio de Educación en 1933 dedicándose a la crítica de determinados personajes, especialmente políticos, no pudo sobrevivir mucho tiempo en una tarea, tan poco comprendida y apoyada, al punto que en sarcástica frase el propio Amadeo escribe sobre la resolución Ministerial que auspicia su obra de difusión; "total cero" y una serie de programitas que daban gritando; "No deje de concurrir", "Caricaturas en tercera dimensión", “Teatro de Títeres de Amadeo de La Torre" y luego la dolorosa frase: "Función de gancho: dos personas por un sol".
Dos años antes que Amadeo de La Torre, iniciará su actividad titiritera en Ayacucho murió (1931) Julián Barrenechea, titiritero y sastre de profesión, nacido en Huanta y llamado "TIO” cariñosamente por los niños de la región. Su teatrín de 1,20 mts, x 1,20 mts, era montado a gran altura, sobre una estructura de cañas. Anunciaba su espectáculo con un pito de caña o una vejiga de cordero en ocasión de fiestas religiosas y especialmente para el 28 de julio Fiesta Nacional, ofreciendo un repertorio histórico sobre Tacna y Arica. Y dentro del costumbrismo la tradicional corrida de toros, con una técnica muy avanzada en títeres a hilos, lograba encajar la espada en el testuz del toro.
Volverá después un período de desaparición, casi total de los títeres, para reaparecer esporádicamente en un concepto totalmente desnaturalizado de este arte: "A las fiestas infantiles y al domicilio de las damas ricas, perdiendo así su verdadera capacidad de comunicación".
Para finalizar este corte histórico de los antecedentes del arte del teatro de títeres en Perú queremos afirmar que para que vuelva a retomar el hilo perdido o más bien olvidado: “Su calidad de arte popular”. Es preciso retomar los valores legítimos: problemática social, música, cuento, artesanía vernacular en un resurgir acorde al tiempo y a la sociedad. Es decir actualizar al teatro de títeres y despertar el sentido crítico y de participación de su público.
Extraído de la web de KUSI KUSI
http://www.kusikusi.com/principal.html
Es así que, buscando y buscando encontré un libro titulado EL MAESTRO Y LOS TÍTERES del autor peruano Aquiles Hinostroza Ayala. En el cual se hacia referencia al mismo tema y los mismos protagonistas de la historia de los títeres en el Perú.
Luego de esto, decidí partir en busca del Maestro Gaston Aramayo, quien me enseño a confeccionar los títeres de papel maché y pedirle la autorización para publicar su articulo, especificando la fuente, el autor y la dirección web, recibiendo una respuesta afirmativa de su parte, es así que dicho artículo es el siguiente:
Historia de los títeres en Perú (Fuente: KUSI KUSI teatro de títeres).
El presente acercamiento al teatro de títeres en nuestro país, quiere ser el inicio de un trabajo que paulatinamente se irá enriqueciendo con la indagación por nuestra parte y con la colaboración de otros existentes que daremos a conocer, más los nuevos aportes que serán bienvenidos de quién esté interesado por el arte del teatro de títeres.
Los títeres en el Perú, se afirma, tuvieron su origen desde antes de la época de los INCAS En historias muy completas se menciona en América a México y Perú, como los representantes más antiguos de éste arte.
Según la afirmación popular, antes de los Incas, los ANARAKOS pobladores muy antiguos que vivían dispersos por los campos, sin construir ciudades “solo se reunían para celebrar sus fiestas y llevaban entonces sus muñecos para hacerles bailar y alegrarse.". Sin embargo, no existen pruebas concretas y absolutas de esta afirmación y ni antropólogos ni historiadores se pronuncian al respecto. Pero si consideramos que el títere es una máscara animada por un hombre, el Perú ha tenido expresiones en el "orden mágico-religioso" en cada cultura anterior a la de los Incas. También se podría considerar, como antecesores de los títeres a los poco conocidos CUCHIMILCOS pequeñas figurillas en barro que se encuentran, aún hoy, como restos de la Cultura CHANCAY en las tumbas de los niños.
También a perfectas muñecas, realizadas en fibras y lanas, coloreadas. De esta misma época datan bellos muñecos gigantes que sin tener una aplicación propiamente titiritesca, fueron elementos importantes en los ritos mágico-religiosos. Como restos de aquellos muñecos podemos encontrar hoy en los campos de la sierra a los MANSHACHES, espantajos, plantados en garrochas entre los sembríos.
En el Perú, como en el resto de América, la llegada de los Españoles abre una nueva etapa de esta actividad. En la Colonia, durante el siglo XVII, se hizo célebre doña Leonor de Gondomar a quién el Virrey de la Monclova autorizó sus espectáculos. En 1530 se daban en Lima espectáculos en los Claustros de San Francisco y ya en el siglo XVIII, los títeres constituían un espectáculo netamente popular, con carácter de crítica de costumbres, situación política, etc.
Muestras importantes de estas épocas las podemos encontrar en el Cuzco y Lima. En Cuzco sede del Imperio Incaico, el último heredero de la vieja tradición popular José Gabriel Velazco, portero de la Universidad, San Antonio Abad, desde 1939 hasta hace algunos años ofrecía espectáculos de títeres en las fiestas religiosas de La Santa Cruz, de La Virgen María, de la Natividad en una amalgama de lo autóctono y español, para "alegrar la fiesta". Pequeños títeres a hilos, hechos rústicamente de yeso, pero manejados con habilidad y gracia repetían innumerables danzas indígenas: bailaban los CHUKCHOS, pandillas de afectados por el paludismo de las tierras calientes, bailaban temblando, imitando las convulsiones de la enfermedad. Los médicos danzando para calmarlos les pegaban con almohadas y les clavaban jeringas; bailaban los MAJEÑOS, arrieros que traían el vino de Majes, borrachos y con una botella en la mano. Otra comparsa de muñecos representaba la Adoración al Sol, inspirándose sin duda en la fiesta del INTI RAYMI que hasta hoy se celebra en Cuzco.
Los únicos muñecos habladores eran los SHIKILAS, abogados, jueces, empingorotados, narigones con altos sombreros de copa y levita. Dos abogados y dos lugartenientes, son los personajes. Uno de ellos, lleva un libro en el que aparentemente están las leyes absurdas del país. En un momento de la danza, los abogados acusan a alguno de los espectadores de haber cometido un crimen, generalmente algo ridículo y simplón, entonces se entabla la disputa, la defensa a la sentencia del culpable entre el público y los títeres.
Hoy en día, sólo queda como rezago de esta tradición la celebración de la fiesta CRUZ-VELAKUY, donde asisten, no únicamente los bailarines humanos, sino los títeres, ya sin mucho ingenio ni creatividad.
En Lima los títeres tuvieron una significación de crítica de costumbres y retrato de personajes, a, veces muy exactos, que aprovechaban toda ocasión para hacer sátiras y burlas.
En el siglo XIX destacó un personaje casi genial, Manuel Valdivieso, conocido como Ño Valdivieso. Un joven inteligente, aunque ignorante, mulato alto y delgado, gracioso por naturaleza, talabartero de oficio qué hizo la delicia de muchas generaciones de niños.
Creó tipos nacionales y farsas originales de verdadero mérito. Con gran amor y paciencia se propuso obtener una técnica adecuada, haciendo él mismo sus muñecos y encontrando manera de animarlos con cañas e hilos. Creó así personajes, como Don Silverio, Mamá Gerundia, Orejoncito, Chocolatito, copia de los vecinos del barrio. Llegó así a tener más de trescientos personajes, con todos los vecinos del barrio. Con ellos hizo sus farsas perfectas que empezaron por divertir en los corralones y casas de la vecindad, luego en funciones públicas en el entonces muy conocido salón CAPELLA, muy vistas, tanto por niños como por adultos, para gozar de los personajes y de las ocurrencias.
Don Silverio de gran tarro y pantalones claros, de larga levita y voz aguardentosa, eterno descontento, buen bebedor y salvador de la patria con palabras. Estaba también Mamá Gerundia, gorda y ostentosa, chismosa y amante de las ropas perfumadas, regañona y en perpetuo pleito con Don Silverio. Estaba Porotito, zambito mezcla de pícaro, engreído y afeminado. Chocolatito, gracioso y ocurrente, etc. No contento Ño Valdivieso con sus farsas llenas de críticas sociales y más diestro en la técnica de los títeres, hizo ciertas obras de gran espectáculo, como EL COMBATE DEL 2 DE MAYO que llenaba de admiración pese a las deficiencias, teniendo en cuenta la pobreza y la falta de instrucción de Ño Valdivieso no podían ser mejores. También estaba la corrida de toros en la que el perdedor cómico era el torero; y el circo con su infaltable maromero que encantaba con sus saltos y que llevaba al colmo de la admiración cuando se quedaba sin cabeza, y comenzaba a jugar con ella en sus pies.
La fama de Ño Valdivieso se extendió a los barrios elegantes de Lima que comenzaron a solicitar sus servicios, pero con expresa condición de que moderase su lenguaje y dejara de hacer barbaridades; concurría entonces Valdivieso a las fiestas de cumpleaños y su comportamiento no siempre era muy recatado. Nunca pudo ocultar lo que en verdad era su gracia y criollismo. Encontrando formas para expresarlos con públicos diferentes. Solía añadir, a veces, el sarcasmo a la burla y poner en aprietos al que divertía.
En cierta ocasión en que fuera invitado a la limeña Quinta de Villacampa le indicaron que no hiciera sus acostumbradas barbaridades. Ño Valdivieso protestó porque se lo considerara incapaz de saber sus deberes. Pero inmediatamente, cuando Don Silverio hizo su aparición, bebido y renegón en un ademán claro y evidente, después de una ligera voltereta, orinó al público. Como se le reprendiera, volvió a protestar porque se le consideraba capaz de actos inconvenientes alegando que queriendo ser fino, entre finos, el líquido lanzado, no era agua pura, como en casos anteriores, sino legítima y pura agua de Kananga.
En otra ocasión, como se le rogara no ofendiera los inocentes oídos de los niños de sociedad, apareció Don Silverio e hizo más borracho que nunca, la enumeración de una serie de gruesas palabras que no pronunciaría por respeto a las damas y niños.
El fin de Ño Valdivieso es triste e injusto, si se comprende el inmenso amor que tuvo por su arte y la alegría que llevó a los niños. En momentos de la cumbre de su gloria, llegó a Lima el célebre Italiano Del Agua con su maravillosa compañía de muñecos suntuosos, maquinarias y luces perfectas, decorados grandiosos, con técnicas provocadoras de incendio y terremotos. Ño Valdivieso, sensible y sincero, sintió que una espina clavaba su corazón, comprendió que su público le exigiría lo que él, no podía darle, entristecido y desorientado se fue apagando, hasta caer, con su muerte en el olvido injusto y aniquilador.
El poeta José Gálvez dice de él -recordando sus años infantiles en que quedó para siempre maravillado por los títeres de Valdivieso-: “Era (...) un bohemio original, una enorme alma de artista incompleta por la ignorancia, pero grandemente intuitiva, un espíritu sano, un corazón gozoso y generoso que supo repartir como un sembrador, alegría entre los niños... y quién supo ser amable con los pequeños, bien merece que los ya mayores que no olvidan la infancia y como consuelo de amarguras, se complazcan en revivirla, de vez en vez, siempre que puedan, le tributen un homenaje simple y puro, con la pureza y simplicidad con que lo hiciera en los primeros años ".
A partir de la desaparición de Ño Valdivieso los títeres fueron decayendo y sus imitadores no alcanzaron a sobrevivir, sino cortos períodos.
Posteriormente los títeres hicieron su aparición fugaz en círculos literarios. Su más conocido representante Don Amadeo de La Torre, escultor y poeta que dedicó parte de su vida a hacer espectáculos con el apoyo "moral" de la Dirección Artística y Cultural del Ministerio de Educación en 1933 dedicándose a la crítica de determinados personajes, especialmente políticos, no pudo sobrevivir mucho tiempo en una tarea, tan poco comprendida y apoyada, al punto que en sarcástica frase el propio Amadeo escribe sobre la resolución Ministerial que auspicia su obra de difusión; "total cero" y una serie de programitas que daban gritando; "No deje de concurrir", "Caricaturas en tercera dimensión", “Teatro de Títeres de Amadeo de La Torre" y luego la dolorosa frase: "Función de gancho: dos personas por un sol".
Dos años antes que Amadeo de La Torre, iniciará su actividad titiritera en Ayacucho murió (1931) Julián Barrenechea, titiritero y sastre de profesión, nacido en Huanta y llamado "TIO” cariñosamente por los niños de la región. Su teatrín de 1,20 mts, x 1,20 mts, era montado a gran altura, sobre una estructura de cañas. Anunciaba su espectáculo con un pito de caña o una vejiga de cordero en ocasión de fiestas religiosas y especialmente para el 28 de julio Fiesta Nacional, ofreciendo un repertorio histórico sobre Tacna y Arica. Y dentro del costumbrismo la tradicional corrida de toros, con una técnica muy avanzada en títeres a hilos, lograba encajar la espada en el testuz del toro.
Volverá después un período de desaparición, casi total de los títeres, para reaparecer esporádicamente en un concepto totalmente desnaturalizado de este arte: "A las fiestas infantiles y al domicilio de las damas ricas, perdiendo así su verdadera capacidad de comunicación".
Para finalizar este corte histórico de los antecedentes del arte del teatro de títeres en Perú queremos afirmar que para que vuelva a retomar el hilo perdido o más bien olvidado: “Su calidad de arte popular”. Es preciso retomar los valores legítimos: problemática social, música, cuento, artesanía vernacular en un resurgir acorde al tiempo y a la sociedad. Es decir actualizar al teatro de títeres y despertar el sentido crítico y de participación de su público.
Extraído de la web de KUSI KUSI
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